miércoles, 20 de octubre de 2010

Vallejo, y los estigmas a cargar

"Llevo a Vallejo en el pellejo" Pedro Mo

El principal problema o estigma con el que tiene que cargar la poesía vallejiana es el estereotipo tan marcado en el cual ha sido encasillado el poeta, como un escritor resentido con la vida, depresivo y críticamente explosivo ante el ser supremo.

Los Heraldos Negros, el primer libro publicado por el poeta Cesar Vallejo, en el año 1919, (aunque en el pie de imprenta figure como escrito en el año 1918) iba a contar con el prólogo de un escritor tan reconocido como Abraham Valdelomar, a quien Vallejo conoció durante su estadía en Lima, con esto el joven bate conseguiría cierta "aceptación" literaria así como un seguro número de ventas en su publicación.

Lastimosamente "El Conde de Lemos" no pudo hacerse cargo de este propósito debido a sus giras por las provincias peruanas, con lo cuál no le quedó mas remedio a Vallejo que publicar el poemario con el único prólogo de la frase bíblica "Qui pòtest càpere càpiat".
Esta expresión bíblica que sirve de preludio a "Los Heraldos Negros" aparece una vez en el evangelio de Mateo, en su versión vulgata, como una frase dicha por Jesucristo, que traducida y adaptada al español vendría a ser algo como "El que pueda entender que entienda".

Con esta cita bíblica el autor pretende adentrar al lector en un mundo donde lo humanismo gana batalla contra las figuras celestiales, tornando estas experiencias bíblicas en situaciones netamente terrenales, o mejor dicho desmitificándolas, volviendo carnales y humanas estas sensaciones divinas.
Vallejo diciéndonos, que lo entiendan solo los que puedan, traza una franja horizontal dentro de su literatura dando a comprender que su libro no esta dirigido al común lector, al lector que se entromete en los versos del poeta con un tono sentimental sino va para un público "que pueda comprender sus valoraciones liricas y sus emociones de artista", como nos cita "La Crónica" en su edición de Lima, 28 Julio 1919.

Cesar Vallejo tuvo una educación y crianza netamente religiosa lo que se ve claramente reflejado en su obra, su abuelo fue un sacerdote retirado y en su hogar siempre reino el estudio bíblico, la concepción del poeta en torno a Dios es el de una relación sumamente cercana, una relación muy humana en donde Vallejo puede reclamarle al creador en un tono cargado de emociones, emociones que para el común denominador de las personas suena crudo y tentador, pero que para el poeta no es mas que una relación tan estrecha y pura con lo divino , una relación de aconteceres diarios, mas que eso una amistad.

El tema más recurrente en la obra del poeta es su provenir andino, su casta indígena, sus raíces autóctonas; la pluma tan exigente de Vallejo toma consigo palabras de un español medieval (acostumbrado a su lectura diaria de la biblia en ediciones arcaicas), un ejemplo de este meticuloso lenguaje vendría a ser la palabra hijar, una vetusta palabra que tras una intensa búsqueda con ayuda de un amigo lingüista pudimos encontrar en un diccionario virtual de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra es el arcaísmo de la palabra ijar que viene de ijada; Cada una de las dos cavidades simétricamente colocadas entre las costillas falsas y los huesos de las caderas, la palabra proviene de un verso que dice "ante el hijar maduro del día."

Si Vallejo debe desencacillarce del estereotipo común que tienen de el los lectores comunes, deberíamos citar que "Los Heraldos Negros" es quizá el poemario con mayor tinte romántico-amoroso en su temática poética. Cesar Vallejo tuvo marcados amores que inspiraron la mayoría de poemas en este libro, el primero es Otilia Vallejo, sobrina carnal del vate, primogénita de su hermano mayor Víctor, a la que el poeta le escribe versos cargados de angustia, de amor prohibido, un amor en el que se siente culpable, acusado traicionado por sus instintos y por el beatismo imperante en la sociedad provinciana.
El otro gran amor del poeta, durante los años que escribió este libro, fue Zoila Rosa Cuadra, cuya designación bohemia era "Mirtho", en los que muestra una conducta negativa por parte suya y un amor sincero lleno de fragilidad femenina al referirse a su amada.


En "Los Heraldos Negros" Vallejo precede su manera tan particular de escribir empezando a sacarse de encima los rasgos del romanticismo que mantenía para acercarse al postmodernismo, empezando esa aventura que tan grandes frutos le dio, dejando de lado lo hermoso del romanticismo y enfrascándose en la búsqueda de lo humano, de lo terrestre; Como se puede apreciar en su poema "La Araña" en donde la cabeza siempre busca el ideal y el cuerpo se aferra a la tierra, a lo terrenal. Este es el primer poema en donde Vallejo recurre a la belleza de las emociones humanas y no de la belleza estética de la imagen como los cisnes del modernismo sino ahora con la fea y nauseabunda araña.

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